Libertad Avanza y la estrategia del voto contado dos veces

En política, a veces la verdadera ganancia no está en los números, sino en el relato.
Y eso parece haber entendido Libertad Avanza, que más que una banca en el Concejo Deliberante, parece haber conquistado algo más valioso: la duda.

El espacio libertario salió a cuestionar el escrutinio provisorio en la Capital, alegando inconsistencias en una mesa y sospechando que “se acomodaron números”.
Un reclamo que, a primera vista, puede sonar legítimo. Pero el detalle curioso es que en esa misma elección, Libertad Avanza contó con fiscales propios en cada mesa, es decir, observadores designados por ellos mismos para controlar el acto y la carga de votos. Y después, en el recuento definitivo, también hay representantes partidarios que pueden objetar o revisar cada urna.

Entonces, ¿dónde está la irregularidad? ¿En los votos o en el mensaje?

Porque si uno mira los números fríamente —o mejor dicho, con la precisión matemática del sistema D’Hondt—, el margen que los separa de una banca más no supera los 52 votos. Medio centenar de sufragios en una elección donde votaron más de 90 mil personas. En otras palabras: la diferencia entre quedarse con dos bancas o pasar a tres es menor al aforo de un colectivo.

Pero ahí está el punto: cuando no alcanza con los votos, se intenta ganar en el terreno simbólico. Y poner en duda el sistema electoral, incluso sin pruebas concretas, rinde políticamente. Porque instala una sospecha. Una sensación de “algo raro hay”, que se multiplica en redes y se filtra en el humor social.

La historia reciente ya lo demostró: la desconfianza es un recurso político poderoso. Y Libertad Avanza lo usa con la misma habilidad con la que otros partidos antes usaron la épica, el miedo o la indignación.

En definitiva, el problema no es que se haya contado mal, sino que se busca que la sociedad empiece a desconfiar de quién cuenta.
Y en tiempos de desgaste institucional, eso sí puede ser una verdadera ganancia.

La banca extra quizá no llegue. Pero la narrativa de “nos robaron los votos” ya está en circulación.
Y en la política actual, muchas veces ese relato vale más que el acta.

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