Entre Halloween y el Día de los Fieles Difuntos, el 1° de noviembre se celebra el Día de Todos los Santos, una de las festividades más antiguas del calendario cristiano, dedicada a honrar a todos aquellos que alcanzaron la santidad, conocidos o anónimos.
Su origen se remonta al siglo IV, cuando la Iglesia comenzó a rendir homenaje conjunto a los mártires que dieron su vida por la fe. Sin embargo, fue el papa Gregorio III quien, en el siglo VIII, estableció oficialmente el 1° de noviembre como fecha para celebrar a todos los santos, trasladando así una antigua conmemoración que se realizaba el 13 de mayo.
Con el paso del tiempo, esta celebración se extendió por todo el mundo, tomando diferentes expresiones culturales. En los países de tradición católica, las familias visitan los cementerios, adornan las tumbas con flores y encienden velas para recordar a sus seres queridos que ya no están. En otros lugares, como en México, la fecha se une a las festividades del Día de Muertos, donde la fe se mezcla con la alegría, el color y la música.
El Día de Todos los Santos representa una jornada de esperanza y reflexión. Es un momento para agradecer la vida de quienes dejaron una huella de bondad, para renovar la fe y fortalecer los lazos entre las generaciones.
Aunque muchas veces queda eclipsada por el Halloween comercial o el Día de los Difuntos del 2 de noviembre, esta fecha mantiene viva una tradición que une a creyentes de todo el mundo en torno a la memoria, la espiritualidad y la trascendencia.
