En tiempos donde el debate público suele girar en torno a los derechos de los niños y adolescentes, pocas veces se habla con la misma fuerza de las responsabilidades de los adultos. Por eso el proyecto presentado por el diputado provincial Juan Carlos Ledesma (FDT) irrumpe con un mensaje incómodo, pero necesario: el bullying no es solo un problema de las escuelas, sino una deuda de los adultos con la infancia.
La iniciativa propone incorporar al Código de Faltas de Catamarca la figura de “responsabilidad parental por acoso escolar”, con sanciones que van desde trabajo comunitario hasta multas económicas para padres, madres o tutores que no intervengan ante casos de hostigamiento. Una medida que, más allá del impacto legal, tiene un fuerte sentido simbólico: recordar que la educación emocional y el acompañamiento no se delegan.
Ledesma lo explica con claridad: “El bullying no es un conflicto entre chicos ni un problema menor. Es una forma de violencia que deja huellas profundas, y los adultos tenemos que asumir nuestro rol con responsabilidad”. Detrás de esa frase hay una radiografía social: demasiadas veces los adultos eligen la comodidad del silencio, eludir el conflicto o mirar hacia otro lado mientras el daño se multiplica.
El proyecto no busca castigar a nadie, sino educar desde la responsabilidad y prevenir desde la acción. Plantea instancias de diálogo, acompañamiento familiar y contención antes de llegar a cualquier sanción. Pero también deja en claro que la omisión no puede ser una opción. Cuando un niño agrede sistemáticamente a otro y sus referentes no actúan, el Estado tiene no solo el derecho, sino la obligación de intervenir.
La violencia escolar —hoy amplificada por las redes sociales y los entornos digitales— ya no puede abordarse con discursos bienintencionados. Como señala Ledesma, “el bullying digital también duele”. Duele porque trasciende el aula, invade la intimidad, y deja marcas que no se borran con el tiempo.
De algún modo, este proyecto es una llamada de atención a una sociedad que muchas veces se escandaliza por los síntomas pero evita revisar las causas. Nos recuerda que criar no es solo alimentar o vestir, sino enseñar empatía, respeto y límites. Y que la escuela, por más esfuerzo que haga, no puede sola.
Si de verdad queremos que nuestros hijos crezcan en ambientes seguros, donde se valore la diversidad y se repudie la humillación, debemos empezar por asumir lo obvio: la primera escuela es el hogar.
El proyecto de Ledesma, más que una ley, es un espejo. Uno que nos obliga a mirarnos y preguntarnos si realmente estamos haciendo lo necesario para proteger a nuestros chicos. Y quizás, solo quizás, esa sea la conversación más urgente que Catamarca necesita tener.
